Me están llamando a la puerta. Aparentemente quieren entrar. Algunos se han asomado a la ventana, hay otros que quieren hacerlo desde el sótano. Para decirles la verdad, a algunos los conozco desde hace tiempo, y estaban acostumbrados a entrar, a otros me los han presentado más recientemente. Yo también me he acostumbrado un poco a ellos. No me gustan las sensaciones que producen y se aprovechan de mis debilidades de ser humano. Una vez adentro son un desastre, todo lo desordenan, lo alborotan y se pasean muy orondos como si fueran los dueños de la casa. Algunos entran a hurtadillas, sigilosos, sin que me dé cuenta.
Recientemente he puesto un sistema de alarmas por toda la propiedad, que me avisan al menor detonante. Tengo un sistema instalado en lugares estratégicos que detecta una invasión violenta, otras son sistemas más sutiles que se dan cuenta de abordajes menos intensos, pero igualmente peligrosos. Las alarmas activan un sistema de respuesta al embate, que estoy tratando de mejorar, ya que todavía no hay nada en el mercado que lo resuelva de manera absoluta, y cuando me doy cuenta, la casa ha sido ocupada. Es más, existen convenios que datan de mucho tiempo atrás, que les han permitido entrar, y que los aloja en distintos aposentos, de los cuales prácticamente han tomado posesión.
Debo decir con satisfacción que por distintos medios me he logrado liberar de varios de estos contratos, lo que ha permitido una mayor iluminación de toda la vivienda y sus alrededores. Con otros ocupantes he tenido que firmar una especie de armisticio, ya que están muy aferrados al espacio y manifiestan que no tienen a dónde ir. Son astutos y me confunden.
Desde que puse a funcionar el sistema he sentido mayor capacidad de desplazamiento por casi toda la casa, con mayor tranquilidad y felicidad en su ambiente interno y externo. Mucha más libertad, ya que estos bandidos me tenían un poco amarrado y me generan temor. Con varios de ellos he alcanzado un poco de seguridad y confianza, que me ha llevado a establecer cierta amistad y por lo menos nos podemos saludar y sonreír. Un sistema muy poderoso de detección y resolución de conflicto, lo tengo activado mientras duermo y ellos piensan que no los estoy mirando, pero me dan la clave para al día siguiente sentarme en la sala o en el jardín y averiguar sus intenciones. Estos son invasores del estado onírico. Muchas veces no llegamos a nada, pero de vez en cuando, el diálogo y la comprensión son fabulosos para entablar una nueva relación y lo que es más interesante, en otras oportunidades se van y se llevan las amarras con las que me tenían atrapado. Eso sí, al sistema de detección y control hay que estarlo cargando, porque si no se daña. Hay que conectarse con la fuente de la energía, apagando todas las otras entradas que produzcan perturbación, a efecto de fortalecer la vigilancia y el control de la propiedad. Hay que apagar profundamente la luz y volver a encenderla, pero esta vez renovada, hay que “resetear”.