El ejercicio de la meditación

Revisado y corregido por el Dr Ignacio Salom en Julio 2016

Iniciamos el ejercicio de la Meditación en la postura que nos quede más cómoda, sentados en una silla, con las manos abiertas sobre los muslos, la espalda recta, descansando con suavidad con el respaldar, los pies ligeramente separados y los ojos cerrados suavemente. Quien tenga la facilidad y el conocimiento para asumir la posición de loto o semi-loto será muy bienvenido a hacerlo.


Un elemento muy importante es la disposición o voluntad para reconocer que se inicia con un trabajo mental del que se van a obtener múltiples beneficios, algunos de ellos en poco tiempo, pero otros serán el fruto de la constancia en la práctica del ejercicio en el mediano y en el largo plazo.

La clave en el ejercicio de Meditación está en la concentración. La concentración es el canal o la ruta para separarnos de la mente dispersa y pasar al silencio. Utilizar la concentración es muy útil, porque es algo que sabemos realizar todos los seres humanos.
Los focos de concentración en el estado meditativo pueden ser muy variados, como hemos dicho, pero uno a la vez. En nuestro método de Meditación iniciamos con la concentración en el proceso de relajación muscular. Llevamos la mente a cada músculo o grupo muscular, de la cabeza a los pies y les damos la instrucción de relajarse, en un período corto de unos cinco o diez minutos. Los músculos en la frente, en la parte posterior del cuello, los dedos, los muslos, en fin todos y cada uno de los músculos participan en este juego maravilloso por el que empezamos a robarle cierto dominio a la mente y a indicarle que los músculos estarán en el estado delicioso de relajamiento.  Si algún pensamiento aparece, lo desdeñamos, lo desvanecemos y regresamos a la concentración en la relajación.

Esta etapa depara una increíble quietud para el cuerpo y de una vez inicia el proceso de quietud para la mente. De alguna manera hemos iniciado la conquista de nuestra adorada pieza. La mente ha entrado en reposo, con la práctica podremos constatarlo. La concentración o atención al proceso de relajación o a cualquier otro foco, desarrolla la capacidad de una mirada interior, una fortaleza que se requiere para el desarrollo de la vigilancia de nuestro estado emocional.

Nuestra mente ya no piensa lo que quiere, se le ha girado una instrucción, concentrarse en la relajación muscular. Estamos ganando terreno en la capacidad de gobernar o empoderarnos de nuestra propia mente.

Ocasionalmente para la persona que inicia en el proceso, los primeros intentos de concentración pueden ser difíciles. La relajación muscular no será óptima, y prevalecerán los pensamientos, que surgen de una manera inconsciente, acompañados o no de un determinado estado emocional. Con la práctica, los pensamientos serán cada vez menos y se fortalecerá el estado mental de relajación muscular. Aún así, estas dos etapas significan algún grado de beneficio ya que el practicante estará en capacidad de desarrollar su habilidad de mirar los pensamientos que surjan en el proceso, fortaleciendo nuestra actitud de observador del interior de lo que ocurre en la mente. Empezaremos a ser capaces de establecer contacto con nuestra vida interior de pensamientos, emociones y sentimientos.Después del ejercicio de Meditación se puede recapitular, sobre los pensamientos que afloraron y las sensaciones que produjeron. 


Así hemos iniciado el proceso por el cual fortalecemos para la vida cotidiana, nuestra capacidad voluntaria de observación interior, aprendemos progresivamente a mirar ya no sólo hacia afuera, lo que ocurre a la distancia de nuestros límites físicos, sino que además aprendemos a mirar hacia adentro, en qué estoy pensando, cómo lo pienso y qué repercusión tiene en mi estado emocional; en resumen, nos permite identificar las razones por las que me siento angustiado, triste o feliz. Es interesante que aprendiendo a mirar el proceso de la relajación, aprendemos a mirar, a tomar distancia o desapego de nuestros propios pensamientos, a mirarlos, a entretenernos con ellos, a objetivarlos.

El segundo objeto de concentración en nuestra práctica será el proceso de la respiración. Nos mantenemos con los ojos cerrados, la mente estará en algún grado de quietud, lo mismo que nuestro cuerpo, posterior al proceso de relajación y esto hará que el metabolismo corporal haya disminuido en su necesidad de oxígeno y en la eliminación del bióxido de carbono. Lo que estaremos observando en consecuencia, será una respiración muy liviana, sutil y espaciada en el tiempo. Vamos a concentrarnos en la respiración, no vamos a dirigirla ni a propiciarla. La observación la podemos conducir a las tres fases principales de la respiración: la inspiración, la espiración y la espera por el siguiente ciclo, una y otra vez, la mente en silencio, dando seguimiento al proceso. Igual, si algún pensamiento o estado emocional o imagen se presenta en la pantalla de mi observación interior, permito pasivamente que se desvanezcan. No me enfrento con mis pensamientos, no peleo con ellos, pacientemente confío, tengo fe, en que más adelante con la práctica seré capaz de mantener la mente en absoluto silencio.

A estas etapas de la concentración se les llama Jhanas, generalmente son ocho etapas descritas en el Oriente, y perfectamente caracterizadas por Daniel Goleman en un precioso y pequeño libro (La Meditación y los Estados Superiores de Consciencia, 1987, Ed Sirio), escrito antes de su obra, La Inteligencia Emocional.

El objetivo es irse concentrando en objetos cada vez más sutiles. El aire que ingresa y sale de nuestras fosas nasales en más liviano que el músculo, objetos de concentración de las etapas uno y dos de concentración.

En esta etapa no se guía conscientemente la respiración, se deja que ella fluya libremente, el practicante sólo la observa.El meditador con su mente en silencio sigue al aire (pneuma) en su proceso de ingreso, en su proceso de salida y en el espacio hasta la siguiente respiración. Después de algunas sesiones de Meditación, para algunos en la primera, es casi que inevitable alcanzar el apreciado estado de silencio interior.

Llegar ahí es haber alcanzado la promesa del “cielo de los cielos”, “la tierra prometida” y “el paraíso terrenal” en un solo viaje. Podemos decir que al menos hemos llegado a sus puertas y que las estamos tocando para poder entrar. Lo que se abrirá a partir de ese momento será algo descomunal, casi indescriptible y sin nombre. Entra en el ámbito de lo Sagrado para algunos y de lo sagrado para otros. Hay que detenerse, hay que esperar, hay que disfrutar el pórtico, la antesala, la promesa. Aquí todavía funciona mi voluntad, pero en arrobamiento.


Atravieso esa puerta, lentamente, ahora paso de la concentración en la respiración a la concentración en el silencio en el interior de la mente. No es sólo el silencio lo que importa, es además su observación. Para el que lo experimenta, este silencio carece de dimensiones espaciales o temporales, es infinito y eterno. Hay dos fenómenos en nuestra mente, el silencio como objeto de mi mirada y la observación como el sujeto que le mira.

De nuevo en esta condición, sobre todo para el que se inicia, pueden aparecer pensamientos, imágenes, sentimientos, que procuro desaparezcan pasivamente del escenario precioso que he construido. Estos distractores pueden ingresar en mi espacio una y otra vez, y una y otra vez los desaparezco, hasta que con el tiempo logre después de algunas sesiones, por minutos u horas, gobernar sobre lo que Teresa de Ávila llamó la “loca de la casa”. Se  ha alcanzado el gobierno del silencio sobre el ruido de pensamientos por la propia voluntad. Pero este todavía no es el “milagro” completo. De nuevo debo aprender en la paciencia, en la espera de este juego maravilloso de mi Mente con mi mente. 


El silencio es un estado de la mente, que como hemos dicho puede ser medible con instrumentos y aparatos modernos de la neuro-ciencia. Algo pasa con el silencio. Las neuronas, las sinapsis y los neurotransmisores, cambian. El silencio es una función de la mente, es un descubrimiento del ser humano, no es un invento extraterrestre ni de ninguna otra naturaleza. El silencio provoca un reacomodo de las sinapsis, una contorsión en algunas de las neuronas, y una modificación en la secreción de neurotransmisores. Después de muchas sesiones de Meditación, el cerebro del meditador se transforma en otro cerebro, tanto desde el punto de vista Psicológico-funcional, como desde la óptica anatómica –estructural. También esto ha sido demostrado neuro-científicamente. Los monjes tibetanos, con miles de horas de Meditación, según Zara –Lazar de la Universidad e Massachusetts, hicieron crecer zonas del cerebro y disminuir otras, todo en beneficio de la serenidad y el bienestar. Este tema será comentado en otra sección más adelante.

Se mencionó que el estado de silencio mental es una estación, se llega por medio de la concentración y después de unos minutos de contemplarlo y degustarlo gozoso, se abre a la serenidad. A esta nueva condición mental podemos llegar involuntariamente, se produce de una manera espontánea por las sustancias cerebrales derivadas del silencio. Participan las endorfinas, las encefalinas, la dopamina, la serotonina y la oxitocina. Se ha alcanzado el satori (japonés), el samhadi (indú), o el éxtasis (cristiano) de las distintas corrientes filosóficas y religiosas con que se denomina este estado delicioso. En esta situación podríamos estar en el sétimo jhana, o en el octavo, según lo practiquemos con concentración en la serenidad o sin ella, respectivamente. Es nuestro interés llegar al sétimo jhana, porque no sólo fortalecemos nuestra capacidad de alcanzar la quietud mental absoluta, sino la de desarrollar aún más al observador, producto de la concentración en la serenidad.

La serenidad es para los creyentes la conversación con Dios, o el estado en Dios. Es para los orientales el triunfo sobre la materia y para un neuro-científico, un estado muy especial de la mente. Para otros es un remanso de paz, la quietud absoluta del lago, el ruido del universo desde el Big Bang, el movimiento circular de la más distante galaxia, el bamboleo de las super-cuerdas, o como se quiera describir lo indescriptible. Con observador o sin él, nos anclamos a la serenidad unos cuantos minutos y el que lo deseé  unas cuantas horas, aunque esto último no sea necesario en función de la búsqueda en que andamos los místicos modernos. Esta condición mental ha sido la búsqueda más preciada por avatares, líderes religiosos, monjes de distintas religiones y creencias. No todos entendieron detrás de qué tesoro andaban y quizás lo más triste, nunca lo encontraron. Ahora l la teoría y la práctica  está a disposición de todos nosotros, simples mortales,  quienes no ocupamos un sitial de preferencia en ninguna institución.

Cuando se termina el ejercicio, el despertar a la vida debe llevarse de una manera controlada. Remito al lector, a la Meditación guiada que se encuentra en esta misma página web, para que se conozca la forma en que se debe realizar.


Vamos a suponer que hemos sido muy disciplinados, que nos hemos abocado a hacer Meditación una o dos veces, todos los días de los últimos tres meses. ¿Para qué?  ¿Qué esperaríamos que hubiese ocurrido?