Escrito en Abril del 2016 por Dr. Manuel Ignacio Salom
Actualizado y corregido Julio 2016 por Dr Manuel Ignacio Salom E.
La Meditación es un proceso de la mente descubierto por el ser humano hace miles de años, que tiene como objetivo fundamental alcanzar la Serenidad. La Serenidad entendida como un estado de la mente y del cuerpo con la que los seres humanos responden “ante cualquier evento o situación sin dejarse arrebatar por sentimientos o emociones desestabilizadoras”. La Serenidad la podemos definir además como un estado de ecuanimidad, de armonía con el medio interno del sujeto y con su medio externo, de equilibrio y de paz interior.
La serenidad es un estado de bienestar y de felicidad permanente, que se aprende a llevar en todo momento y lugar, hablamos de una felicidad Eudemónica (de Eudemón, filósofo romano), diferente de la felicidad Edónica que disfrutamos sólo en momentos especiales, como en fiestas, paseos o cuando por alguna razón se nos elogia o nos dicen que nos quieren.
Esta serenidad se asocia con la habilidad de guardar algún grado de distancia con los acontecimientos, como si siendo nuestros, le estuvieran ocurriendo a otra persona, y nos permite, este estado o condición, mirar esos acontecimientos con mayor objetividad. No se trata de una evasión de lo ocurre, como si quisiéramos apartarnos de la realidad para no sentir dolor, es más bien una especie de madurez, a cualquier edad, desde la que podemos resolver cualquier situación amorosamente. Valga el ejemplo, de algunas de las personas que han participado en mis cursos, cuando me preguntan, si de lo que les estoy hablando aplica a la persona a la que se le diagnostica un cáncer de mama, una enfermedad cardiovascular, o se encuentra ante la muerte de un ser querido. La respuesta es sí, es la serenidad ante todo evento, aunque al principio de nuestro viaje por estos dominios nos sea difícil de entender y de aceptar. Se trata de aprender a llevar la condición “cáncer de mama” o del trance hacia la muerte, o de una separación, sin sobresaltos, sin reacciones emocionales inmaduras, sin la pérdida del equilibrio mental, en paz. Existen demasiados testimonios de que esto es posible y que depara extraordinarios beneficios para la salud física, mental y social de la persona.
Es en la serenidad por encima de todo, ante una noticia o situación potencialmente desgarradora, incursionar en su solución o aceptación, con gran responsabilidad, pero sin miedo.
No ha sido esta la actitud ante la vida de la mayoría de los seres humanos a lo largo de la historia. Aprendimos y permitimos que los acontecimientos o situaciones negativos alteren nuestra mente, nos entristezcan, nos depriman, nos angustien o nos frustren.
Los disparadores del sufrimiento los podemos encontrar en nuestra realidad externa en el momento presente, los podemos atraer desde las gavetas de nuestros recuerdos del pasado, que nos alteran o nos hacen sentirnos culpables, o dejándonos llevar por nuestra capacidad de anticipación a los hechos del futuro, y acongojarnos ante eventos que aún no han ocurrido.
El ser humano puede vivir y de hecho vive, entre preocupaciones, pensamientos negativos y sus efectos, las emociones y sentimientos destructivos. Con este título el psicólogo Daniel Goleman, difusor del conocimiento sobre Inteligencia Emocional, nos regala un maravilloso libro, Emociones Destructivas (Ed.,Vergara,2003).
Las emociones de alarma fueron más que necesarias en algún momento de la evolución del ser humano, quizás la etapa inicial de cazadores y recolectores de la humanidad y fueron fundamentales en la supervivencia de la especie. Dichas emociones son generadas desde nuestro Sistema Nervioso Central reptiliano y esparcidas por el cuerpo por medio del Sistema Nervioso Simpático y el Sistema Neuro-endócrino.
La activación exagerada o sostenida de las reacciones de alarma, que en algunos momentos puede ser necesaria, podría convertirse, si no las utilizamos adecuadamente, en un peligroso compañero de viaje por la vida, Esta reacción es capaz de eliminar células en nuestro Sistema Nervioso Central, por ejemplo en la Circunvalación del Hipocampo, de elevarnos la presión arterial, la frecuencia cardiaca, la frecuencia respiratoria y un gran número de dolencias que conocemos como Enfermedades o trastornos Psicosomáticos, generadas en la mente y transmitidas al cuerpo.
Muchas de las enfermedades se pueden originar directamente del desequilibrio entre las fuerzas de la serenidad y las del estrés. Otras no necesariamente tienen su origen en este desequilibrio, pero pueden empeorar cuando el estrés o la preocupación están presentes, como suele suceder con la Diabetes Mellitus tipo 2, en la que el estrés y sus hormonas acompañantes contribuyen a elevar los niveles de azúcar.
Lo que se sabe es que la mente es sumamente poderosa en la generación y/o descompensación de muchas dolencias y enfermedades. La literatura médica está llena de esta información. Incluso algunas formas de cáncer pueden ser atribuibles a estas formas de desequilibrio, ya sea crónico, o agudo muy intenso. Pensemos en nuestra propia familia o en familias cercanas, en las cuales, ante una desgracia individual o colectiva, algún miembro de esa familia inicia con alguna enfermedad orgánica o mental.
Lo que pareciera ser un conocimiento más reciente, es que el estado de equilibrio entre las fuerzas de la serenidad y el estrés, pudieran tener algún efecto favorable en el bienestar físico de las personas y en la prevención de las enfermedades y su control. Los estados mentales son estados fisiológicos del cuerpo y estos repercuten en las moléculas, células, tejidos, órganos y sistemas. Los exabruptos mentales, la tensión emocional, el enojo, la culpa, la tristeza crónica actúan en órganos a distancia por medio de mensajeros liberados desde el Sistema Nervioso Central y los pueden llegar a alterar y a dañar.
Algún grado de estrés es necesario para escribir estas líneas, pero no mucho. Se debe recordar que las emociones, sean estas saludables o destructivas, tienen intensidad, entre muchas otras cualidades y que un estado de enojo puede ser muy elevado, o medianamente o poco manifiesto. Entre mayor el estado de enojo, mayor desequilibrio fisiológico. A mayor serenidad mental, se establecerá un estado de homeostasis o equilibrio beneficioso para el ser.
Un mensaje importante es que el ser humano tiene la capacidad de decidir si desea tocar las puertas del infierno, entrar y vivir ahí eternamente, o si lo desea, virar su mirada y su accionar hacia el paraíso terrenal, la tierra prometida, el cielo de los cielos.
¿Qué podemos hacer?
La salud física
Quizás antes de responder a esta pregunta, nos debemos plantear, si es necesario hacer algo y por otro lado, si es posible. Muchas personas a nivel mundial se han respondido que sí es necesario hacer algo, y lo han demostrado con sus rutinas de ejercicios que niños, jóvenes y adultos mayores han emprendido, asociado a cambios en la alimentación y otras formas de vida saludable. Estos millones de personas están convencidas de que no están dispuestas a dejarle al azar, al destino o a “fuerzas superiores”, una vida de calidad que favorezca la prevención y el control de muchas enfermedades, así como la promoción de una vida saludable. El conocimiento y el desarrollo tecnológico, han propiciado una feliz epidemia/pandemia por el cuido del cuerpo y de su propia salud. Muchos seres humanos han tomado la decisión de ser ellos los conductores de su propio destino, al menos en este campo de la salud.
Estas y muchas otras medidas han permitido sobre todo en países desarrollados, pero también en países en vías de desarrollo prolongar a cifras descomunales la expectativa de vida de sus habitantes, pero además con calidad de vida.
La respuesta a la inquietud de si es necesario hacer algo, pero además si es posible, es un sí rotundo. Obviamente queda aún un largo camino por recorrer en lo que se refiere a una mayor opción a estos beneficios por parte de los habitantes de los países aún pobres y subdesarrollados. Pero este es otro gran tema que no nos toca por ahora desarrollar aquí.
El ser humano respondió, la salud física es muy importante para dejársela al azar. Pero y qué podemos hacer con respecto a la salud mental ?.
La salud mental
La respuesta a esta pregunta puede ser muy sencilla de expresar: el estado mental más saludable es la serenidad. No todo el mundo va a coincidir con esta respuesta, y serán muchos menos los que estarán de acuerdo con vivir en este estado mental y físico. Podríamos empezar diciendo que es esta una opción de vida, que por supuesto no se puede imponer. Se trata de convencer. Debe existir una explicación detrás de esta propuesta y sobre todo una experiencia de vida. No necesariamente implica la reclusión en una cueva o en un monasterio, ni mucho menos separarse de los acontecimientos de vida cotidiana, pero sí implica una mirada diferente de esas circunstancias, de la forma de relacionarnos con las experiencias del pasado, de nuestra interacción con el presente y de nuestras proyecciones hacia el futuro.
No tiene nada de malo, retirarse a un sitio especial, convento o monasterio, a experimentar las delicias de la vida interior, pero eso se lo dejamos a personas especiales.
El ser humano podría tener la opción de decidirse por una vida feliz. La dificultad radica en el desconocimiento de esta posibilidad. En mayor o en menor grado, no somos libres para decidir. No sólo porque una muy buena parte de la humanidad vive en condiciones infrahumanas y su principal preocupación es su alimentación y abrigo, sino porque además cuando sus condiciones socio-económicas son apropiadas, ha abrigado una ideología, con una serie de creencias y costumbres y una actitud ante la vida, que lo obnubilan para emprender este camino. Dice un sociólogo que “la necesidad es ciega cuando no se la conoce y que la libertad es el conocimiento de esa necesidad”. Cuando al menos conoces que podrían existir opciones diferentes de vida, empiezas a adquirir tu libertad para no sólo escoger, sino para trabajar por ello y conseguirlo.
Aquí se estaría hablando de una ruptura de paradigma, la nueva sentencia diría, que es posible en condiciones apropiadas asumir la responsabilidad de construir nuestro propio estado de felicidad. Siempre nos hemos resignado a recibir las injurias de la vida y a actuar en consecuencia, es decir, si el acontecimiento es triste, nos entristecemos, si es alegre nos alegramos, quizás un poco como autómatas. Pero es que además, si es muy triste, nos entristecemos mucho, y si es muy alegre, nos alegramos mucho. Nuestra voluntad para responder de una manera diferente ante la adversidad ha estado casi siempre comprometida. El nuevo paradigma implica, no sólo hacer uso de mi libertad para escoger, sino además de actuar consecuentemente, teniendo como grandes objetivos, la serenidad y la felicidad. Poco a poco iremos indicando los secretos de esta transformación en la forma de relacionarnos con el mundo, sus tragedias y placeres.
No ha existido a largo de la historia del ser humano, un tesoro más grande por descubrir, aceptar y construir, que la capacidad propia de manejar la mente en función de la felicidad y el bienestar en cualquier circunstancia.
La serenidad es un objetivo inmediato a conseguir. La felicidad según nuestra forma de entenderla se logra en un mediano plazo. La serenidad forma parte de esa condición de felicidad interior.
Hasta ahora hemos mencionado dos objetivos muy importantes para el logro de la felicidad: la serenidad y la libertad. Por cierto que aún no hemos mencionado el proceso para conseguirlos, ni hemos profundizado en qué consisten en tanto que fenómenos o procesos de la mente, pero llegará el momento de ir desentrañando la madeja.
Existe un tercer componente que viaja implícito y por el mismo camino con la serenidad y la libertad: el empoderamiento de nuestra propia mente. Otro objetivo para el que, si no contamos con las herramientas apropiadas, pareciera ser imposible de lograr. En pocas palabras, me apodero de los pensamientos y de las emociones que deseo experimentar en mi mente y en mi cuerpo. Desarrollo habilidades y destrezas para el manejo de mi mente. Tomo la decisión de lo que quiero pensar y de las emociones que deriven de estos pensamientos. Deseo para mi proyecto de vida pensamientos positivos y emociones saludables, y obtengo la capacidad para lograrlo. Dando un vistazo superficial, este objetivo pareciera imposible de lograr, pero la experiencia milenaria de culturas pasadas y presentes, nos reconforta.
El logro de estos tres objetivos nos entrega a la felicidad interior.
Sería ideal, que pudiéramos vivir eternamente en un estado de felicidad maravilloso. Sabemos que esto es difícil, sin embargo podríamos estar en la capacidad de hacer cada vez más prolongados en nuestra vida esos estados. Por otro lado, conocemos de las distintas características que tienen las emociones y una de ellas es la intensidad, se puede estar muy enojado o medianamente enojado y se podría aprender al menos a modular esta condición, cuando por algún motivo perdemos nuestro estado de serenidad. Por ahora parecen sólo palabras de propósitos casi imposibles de lograr, pero con convencimiento, voluntad y práctica se puede hacer.
Fabuloso podría ser fabricar unas píldoras que le resolvieran a los seres humanos su acceso a la serenidad, que además estas píldoras no tuvieran efectos secundarios y que nos las entregaran libres de costo. Sería increíble que este beneficio nos fuera entregado de manera milagrosa, o que hubiésemos nacido con ese privilegioso estado. Desafortunadamente nada de esto es posible, al menos por ahora.
Dice Richard Davidson, neuro-científico de la Universidad de Wisconsin, que" la felicidad es un premio demasiado maravilloso como para dejárselo al azar". La felicidad es una construcción y como tal requiere trabajo. El que termine de leer estas líneas o las de cualquier otro documento y piense que ya logró la felicidad, se equivoca profundamente. La felicidad se logra a través de una práctica en aislamiento o grupal, pero más importante aún, por medio de una práctica de vida. Las habilidades desarrolladas en la práctica se tienen que probar en la vida cotidiana e incrementar su potencial en esa prueba.
El ser humano descubrió en el Lejano Oriente, hace milenios, las herramientas para el trabajo en función de la consecución de la felicidad. Occidente incursiona cada vez con más fuerza, hará aproximadamente medio siglo, hablamos de la Meditación.
Si este fuera un documento matemático, habríamos desarrollado una fórmula en la que estamos proponiendo que la suma de serenidad (S) más libertad (L), más empoderamiento (E) de la mente nos produce un estado especial de felicidad (F). A saber: S + L + E = F
Esta fórmula sencilla e ingenua, sería fabuloso que la recordáramos.
Ahora nos queda aprender sobre El Proceso de La Meditación.