El proceso de la meditación
Revisado y corregido por Dr Ignacio Salom E. Julio 2016.
Recapitulemos. Tenemos como objetivo para el mediano plazo (período de tiempo variable de persona a persona), el logro de la felicidad permanente en medio de las tribulaciones de la vida. Alguien habría dicho hace poco más de dos mil años, que “se está en el mundo sin ser del mundo”. Hoy podríamos agregar que podemos tratar al menos de no ser del mundo de una manera convencional, reactiva. Hemos afirmado además que para el logro de esta felicidad, es necesario alcanzar la serenidad, la libertad y el empoderamiento de nuestra propia mente. Cada uno de estos conceptos irá siendo desarrollado progresivamente, conforme se vaya necesitando. Ahora se afirma que para el logro de estos objetivos inmediatos, se cuenta con un instrumento que se conoce como la Meditación.
Vamos a entender la Meditación desde un punto de vista muy práctico. Además sería muy importante que la explicación fuera lo más sencilla posible. Requiere sin embargo algún grado de atención por parte del lector para entender la teoría y mucha disciplina para ponerla en práctica. El proceso que iniciamos, si realmente queremos transformarnos en personas felices, serenas y productivas, es un trabajo para toda la vida, que cuando lo entendamos y lo manejemos con soltura, debemos aprender a compartirlo. La idea es que nuestros prójimos también puedan disfrutar de las mieles de la Meditación y ojalá, la humanidad entera. Sería la ruta para llenar de Amor el planeta y el Universo entero, si es que nos toca a futuro extender nuestras fronteras.
Baste aclarar por el momento que la serenidad no conlleva necesariamente perder el interés por desarrollar proyectos de vida, nada más que la construcción de esos proyectos se realizará desde un estado mental diferente.
Hablaremos ahora del ejercicio de la Meditación. Mucha gente piensa que meditar es pensar, y aunque esta idea no es totalmente falsa, como lo expondremos más adelante, tampoco es completamente verdadera.
La meta más poderosa a alcanzar en la Meditación es el Silencio. Ya no es este un silencio de las vibraciones que emitimos con el habla, se trata más bien, de un silencio absoluto de los pensamientos y sus compañeras de viaje, las emociones. A veces es difícil alcanzar esta meta y muchas personas, incluso practicantes de mucho tiempo no lo logran y prefieren proponer otras metas a alcanzar durante el ejercicio de la Meditación; pero ya sólo en el proceso de búsqueda de ese silencio encontraremos muchos beneficios para nuestro estado interno.
Pero para lograr los objetivos que hemos propuesto, es muy importante que la práctica del ejercicio nos lleve al silencio. Es en este paso, de una mente con 60000 o más pensamientos diarios, a una mente en el silencio más absoluto, que empezaremos a encontrar el dominio de la mente, gobernando sobre pensamientos, emociones, sentimientos, estados de ánimo y temperamento, todos conjugados para progresivamente transformar nuestra personalidad, hasta volvernos positivamente irreconocibles para nosotros mismos y nuestros compañeros o compañeras de viaje.
Alcanzar el silencio nos provee de los objetivos que hemos señalado para el logro de la felicidad interior, a saber: el empoderamiento, la libertad y la serenidad, como se menciona más adelante.
El silencio de la mente, ausencia de pensamientos y emociones, podría durar un segundo, o seis, o treinta, o quince minutos o una hora o más. Cuando nos proponemos como principiantes silenciar la mente por una hora, es muy probable que no se logre. Cuando se dan los primeros pasos con el ejercicio, lo que alcanzaremos quizás sean apenas chispazos de silencio. Luego con el entrenamiento, el practicante irá logrando períodos más largos de silencio y no querrá salir, durante la práctica del ejercicio, de ese estado mental maravilloso.
El silencio en la Meditación, es el punto de convergencia y el punto de salida. Al silencio llegamos y del silencio partimos. El silencio es una estación fundamental de todo el proceso. Es un estado mental que podemos identificar por métodos neuro-científicos, que también explicaremos en otro apartado.
Sería maravilloso que se le pudiera dar una instrucción a alguna persona principiante en el arte de la Meditación, para que pusiera su mente en silencio y que lo lograra inmediatamente. Esto es casi imposible. Es necesario valernos de un medio de transporte que nos lleve al silencio infinito y eterno de la mente. Este medio de transporte, esa vía de llegada es la concentración. Para arrebatarle a la mente ese estado permanente de pensamiento de cuanta información provenga de nuestro mundo externo e interno, en forma de pensamiento, emoción, imagen o sentimiento, es necesario utilizar el recurso de la concentración. Esta es una habilidad con la que contamos los seres humanos y muchos otros animales del reino. Pensemos por un momento en el estado de atención o concentración que ponen las leonas cuando se aproximan a su presa, el sigilo, la lentitud con la que caminan, el crispamiento de su pelo, la dilatación de sus pupilas. Esa leona no se distrae en nada más que en el maravilloso y oportuno momento en el que saltará sobre el ciervo para proveerse de su cena y la de los suyos. Nada más distrae su mirada, nada más distrae su objetivo. Su cerebro de mamífero carnívoro está absorto, totalmente involucrado en la tarea.
El ser humano realiza estados similares de concentración de la mente cuando se encuentra en alguna tarea muy especial, como podría ser aterrizar o despegar un avión, sobre todo si las condiciones climáticas no son del todo favorables. El piloto no podrá pensar en nada más. El lector podrá proponer todos los ejemplos de estados de concentración que deseé.
El estado de concentración o de atención es imprescindible en la Meditación. Nos podemos concentrar en casi cualquier cosa, pero que lo sea en un solo foco a la vez durante el ejercicio de Meditación. Nos podemos concentrar por ejemplo, en la llama de una vela. Vamos a proponernos no pensar sobre las cualidades de la llama, su temperatura, sus colores, su movimiento, el humo que produce y tantas cualidades más que podamos descubrir. La idea es la concentración en la totalidad de la llama, sin prestar atención a sus cualidades. Se trata de estar absorto en la llama, se trata de robarle espacio a la mente bulliciosa, rumiadora de temas, saltarina de un tema a otro sin descanso, muchas veces sin coherencia, pero sobre todo sin comando. La mente puede hacer lo que quiera, pero lo grave es que puede hacer lo que quiera con nosotros.
Este es el trabajo; definir por la propia voluntad, quién manda, quién gobierna, es el discurso casi inconsciente o subconsciente de lo que se presente en mi mente y como se quiera presentar, o lo que yo necesito, deseo y ordeno tener conscientemente en enfoque, en la mira de los procesos neuronales. Si lo quisiéramos ver en términos deportivos, es un pulso, una parte de mi mente que jala al tránsito desordenado de los acontecimientos, o la otra, que procura algún grado de dominio o contención sobre lo que se hace, cuando convenga. En el ámbito psicológico estaríamos hablando del desarrollo de una Meta-consciencia o Auto-consciencia, una consciencia más allá de mi estado consciente. Una consciencia que me permita conocerme a mí mismo, en términos de “en qué pienso, cómo pienso lo que pienso y qué efectos esto tiene en mis emociones y estados de ánimo y finalmente en mi personalidad.